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miércoles, 5 de junio de 2013

BIOÉTICA: UN PUENTE HACIA EL FUTURO

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     Cronológicamente el primer registro encontrado sobre el término bioética (Bio-Ethik) parece que corresponde al año 1927. Fue el pastor protestante, teólogo, filósofo y educador alemán, Fritz Jahr (1895-1953), quien utilizó este término  en el editorial de la revista Kosmos (1927; 21: 2-4): "Bio-ethik: Eine Umschau über die ethischen Beziehungen des Menschen zu Tier und Pflanze" (Bio-ética: una panorámica sobre la relación ética del hombre con los animales y las plantas). Inspirado en los famosos imperativos éticos de Kant, Jahr quería subrayar la importancia de un “imperativo bioético” que orientase correctamente nuestro comportamiento respecto de todos los seres vivos. Si bien no tuvo repercusión en las circunstancias políticas y morales de su tiempo -el nacionalsocialismo- los argumentos de Fritz Jahr de que la nueva ciencia y tecnología requieren, también, nuevas reflexiones éticas y filosóficas, pueden contribuir a la aclaración terminológica del concepto de “bioética” y, en este sentido, considerarlo como pionero (Wilches Flórez 2011: 71-72). 

    Por muchos años la bibliografía reciente reconoció a Van Rensselaer Potter (1911-2001) como el pionero que acuñó el término bioética en idioma inglés. Él concebía la nueva disciplina como un puente entre dos culturas, la de las ciencias y la de las humanidades, cuyo distanciamiento había sido denunciado en 1959 por el físico y novelista inglés C. P. Snow (1905-1980). Este último autor (con su libro The two Cultures and the Scientific Revolution) lamentaba la brecha entre científicos e “intelectuales literatos”. Para Snow, la ruptura de comunicación entre las ciencias y las humanidades y la falta de interdisciplinariedad es uno de los principales inconvenientes para la resolución de los problemas mundiales. Dada su formación científica y su cualidad de novelista de éxito, Snow estaba, inicialmente, en un buen lugar para plantear el debate sobre ambos tipos de cultura. Constataba, así, la separación en dos de la cultura occidental al indicar que su vida intelectual se estaba viendo cada vez más escindida en dos grupos polarizados: por un lado, los integrantes de la cultura humanística y por otro los científicos y tecnólogos (C. P. Snow 1977, págs. 14 y 21-25). Sin embargo, las críticas no tardaron en llegar por parte de Frank. R. Leavis, Lionel Trilling o Susan Sontag, entre otros. 

    La primera vez que utilizó Potter el neologismo “bioética” [bioethics, de βίος gr. 'vida' + ἦθος gr. 'carácter', 'comportamiento' + ikê gr. 'estudio'], fue en un artículo aparecido a finales de 1970: "Bioethics, the science of survival". Aunque la divulgación de esta expresión no llegó sino hasta 1971, cuando vio la luz su célebre libro Bioethics: Bridge to the Future, siendo significativa la dedicatoria del mismo a Aldo Leopold, quien mucho antes había introducido el concepto de “ética de la tierra”; de este modo, anticipaba la extensión de la ética a la bioética. Potter, un bioquímico y oncólogo con preocupaciones humanistas, publicó el primer libro de la historia que llevaba por título el término bioética. Este tenía el propósito de “contribuir al futuro de la especie humana promocionando la formación de una nueva disciplina: la bioética”. Potter justificaba su esfuerzo en el prefacio de la obra diciendo:

     “Hay dos culturas -ciencias y humanidades- que parecen incapaces de hablarse una a la otra y si ésta es parte de la razón de que el futuro de la humanidad sea incierto, entonces, posiblemente podríamos construir un puente hacia el futuro [es el subtítulo de la obra] construyendo la disciplina de la Bioética como un puente entre las dos culturas [...] Los valores éticos no pueden ser separados de los hechos biológicos”. Y, más adelante, en el capítulo primero, afirma: “La humanidad necesita urgentemente de una nueva sabiduría que le proporcione el conocimiento de cómo usar el conocimiento para la supervivencia del hombre y la mejora de la calidad de vida”.   

    Al conocimiento de cómo usar el conocimiento para el bien social, Potter sugiere denominarlo “ciencia de la supervivencia”. Además, establece que esta ciencia debe partir de la biología en su sentido más amplio e incluir los elementos esenciales de las ciencias sociales y de las humanidades, especialmente los de la filosofía. Más significativo aún es el título de su segundo libro publicado, Global bioethics, building on the Leopold legacy (Potter1988). Y todos los artículos que Potter publicó ahondaron sobre su visión de la bioética como un puente entre las ciencias y las humanidades al servicio de la salud humana a nivel planetario y de la protección del medio ambiente.

    Con esta nueva ciencia Potter quiere  llamar la atención sobre dos elementos íntimamente relacionados: los conocimientos biológicos (bios) y los valores humanos (ethos). Piensa que la ética humana no puede separarse de la comprensión realista de la ecología en su sentido más amplio, que se necesitan muchas éticas: de la tierra, de la vida silvestre, de la población, del consumo, una ética urbana, que promuevan la acción basada en valores y en hechos biológicos y sean por tanto parte de la bioética. Potter es de la opinión de que la supervivencia de un futuro a largo plazo descansa sobre la bioética. Esta implica la interacción entre personas y sistemas biológicos, mientras que en la ética tradicional la interacción sólo se daba entre personas. Por eso, Potter decía ya en el artículo de 1970: “Necesitamos de una ética de la tierra, de una ética de la vida salvaje, de una ética de población, de una ética de consumo, de una ética urbana, de una ética internacional, de una ética geriátrica, etcétera. Todos estos problemas requieren acciones basadas en valores y en hechos biológicos. Todos ellos incluyen la Bioética y la supervivencia del ecosistema total constituye la prueba de un sistema de valores. Bajo esta perspectiva, la frase ‘supervivencia del más apto’ es simplista y parroquial” (Potter 2001: 27). La idea original de Potter fue crear una nueva disciplina que permitiera reunir el ámbito de los hechos y de los valores, el dominio de las ciencias y el de las humanidades, a fin de buscar salidas que pudieran servir de guía en el complejo laberinto formado por la sociedad contemporánea, dirigida por la revolución científica e industrial. Dice Potter: “Como individuos hablamos del instinto para la supervivencia pero la suma total de los instintos individuales para sobrevivir no es suficiente para garantizar la supervivencia de la raza humana [...] Debemos desarrollar la ciencia de la supervivencia y debe iniciarse con una nueva clase de ética - la “bioética”. La nueva ética puede ser llamada ética interdisciplinaria definiendo interdisciplinariedad de una manera especial, que incluya las ciencias y las humanidades...” (Potter 1971).
 
    Ha de tenerse presente que la bioética surge en un momento en el que la distancia entre las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu todavía parecía insalvable. Surge precisamente como una urgente llamada a superar esta distancia, que se revelaba fatal para el desarrollo futuro del género humano y para el sostenimiento de las condiciones de vida en este planeta. Potter tuvo plena conciencia de la ambivalencia que define la sociedad industrializada y tecno-científica. Esta se caracteriza por “la contradicción esencial de poseer la capacidad de crear grandes recursos de todo tipo, mientras, paradójicamente, tanto el mundo humano como el medio ambiente siguen padeciendo dramáticos problemas de injusticia social, explotación económica y deterioro progresivo, e incluso irreversible, de la naturaleza” (Quintanas, 2009:1). No fue pura casualidad que la Bioética tuviera su origen en los Estados Unidos debido a los progresos médicos de los años sesenta del siglo XX y sus ambigüedades, de manera que pudiera establecerse un diálogo entre las ciencias de la salud y la ética que iluminara los conflictos de valores que los avances científicos podían producir. Al respecto, merece la pena recordar algunos textos de Potter: 
 
    “El hombre es el único producto de la evolución que sabe que ha evolucionado y que es capaz de tomar decisiones que puedan ayudarlo a sobrevivir, que es el primer requerimiento del progreso...” (Potter, 1971). 
 
    “[...] Depositemos nuestra fe no en la ciencia o en la producción solamente, sino en la búsqueda de la sabiduría, una sabiduría que reconozca las necesidades espirituales del hombre tanto como sus necesidades físicas; una sabiduría que conquiste por la fuerza de la persuasión, una sabiduría que fortalezca a cada miembro individual de la sociedad y que le permita fortalecer la sociedad en la que vive. Usemos nuestra tremenda capacidad de producción para producir las cosas que nos hagan más juiciosos en lugar de las cosas que nos hacen  débiles...” (Potter 1971). 
   
    Según Benavides Plascencia (2012), la formación científico-biológica del Dr. Potter, especialmente en el estudio del cáncer, le permitió enfocar el problema de los valores éticos en las ciencias biológicas y fundamentar sólidamente sus argumentos. En este sentido, “no debe extrañar que el legado de Potter de una bioética entendida como una ética para la vida, de carácter interdisciplinar y rubricada por un claro y consciente compromiso ético-político, con la meta fijada en la reconducción del destino global de los seres humanos y de la naturaleza de la que forman parte, haya sido reducido, sobre todo en la versión norteamericana, a una ética clínica basada en una serie de principios —beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia— cuyo propósito principal es solucionar los dilemas que surgen en la práctica cotidiana de la asistencia y la investigación médicas; con ello se ha desposeído a la bioética del carácter global con que la había definido Potter” (Quintanas 2009: 3). Pero, si la bioética es reducida a ética clínica, a pesar de tener su importancia innegable en el campo de la biomedicina, no se cuestiona el sistema social, cultural, político y económico, que es el que marca la deriva del mundo global. Si Potter le dio a la bioética un carácter global, con un claro compromiso casi beligerante, es porque sabía hasta dónde habíamos sido capaces de seguir la máxima baconiana de “saber es poder”. El “puente hacia el futuro” que debía erigir la bioética global que él preconizó, requeriría el desarrollo de un sistema ético, de base científico-humanista, y la fusión de la ética médica y la medio-ambiental a escala mundial. La bioética global debía favorecer, por tanto, la elaboración de una nueva cultura de la supervivencia, cuyo objetivo primario fuera el bien social, comenta Quintanas (2009: 4).
 BIBLIOGRAFÍA:
  1. Goldim, José Roberto. “Revisiting the Beginning of Bioethics: The Contribution of Fritz Jahr (1927)”, Perspectives in Biology and Medicine 2009; 52: 377-380.
  2.  Wilches Flórez, Ángela María. “La Propuesta Bioética de Van Rensselaer Potter, cuatro décadas después”: Opción, 2011; 27(66): 70-84.
  3. Snow, C. P. The two Cultures and the Scientific Revolution, Cambridge University Press, New York 71961; en español: Las dos culturas y un segundo enfoque, Alianza Editorial, Madrid 1977, 14 y 21-25; o Las dos culturas, Nueva Visión, Buenos Aires 2000.
  4. Potter, Van Rensselaer. “Bioethics, Science of Survival”: Perspectives in Biology and Medicine 1970; 14: 127-153.
  5. Potter, V. R. Bioethics. Bridge to the future. Prentice Hall, New Jersey 1971.
  6. Potter, V. R. Global Bioethics. Building on the Leopold Legacy. Michigan State University Press, Michigan 1988.
  7. Potter, V. R. “Bioética, la ciencia de la supervivencia”, en: Alfonso Llano Escobar, ¿Qué es bioética? Según notables bioeticistas 3R EDITORES, Bogotá, 2001, 27.
  8. Quintanas, Anna. “Reseña: V. R. Potter: una ética para la vida en la sociedad tecnocientífica”, en: Revista Electrónica Sinéctica 2009; 32: 1-5.
  9. Benavides Plascencia, Lilia. “Van Rensselaer Potter, pionero de la ética global”, en Reencuentro: Las revoluciones científicas y la educación superior 2012; 63(abril):18-22.
     
     
 
 
 

 


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