Hoy a nadie sorprende hablar del "hombre sin atributos". Al carecer de atributos propios, ya sean heredados o adquiridos irreversiblemente y de manera definitiva, el hombre actual tendrá que desarrollar, por medio de su propio esfuerzo, cualquier atributo que pueda haber deseado poseer, empleando para ello su propia inteligencia e ingenio. Pero sin garantías de que esos atributos durarán indefinidamente en un mundo colmado de señales confusas, con tendencia a cambiar rápidamente y de maneras imprevisibles.
He modificado algo las primeras palabras del Prólogo de Zygmunt Bauman (Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos afectivos, FCE, México-Madrid 2008). Este libro de Bauman "procura desentrañar, registrar y entender esa extraña fragilidad de los vínculos humanos, el sentimiento de inseguridad que esa fragilidad inspira y los deseos conflictivos que ese sentimiento despierta, provocando el impulso de estrechar los lazos, pero manteniéndolos al mismo tiempo flojos para poder desanudarlos" (págs. 7-8).
"El héroe principal de este libro -nos cuenta Z. Bauman- son las relaciones humanas. Los protagonistas de este volumen son hombres y mujeres, nuestros contemporáneos, desesperados al sentirse fácilmente descartables y abandonados a sus propios recursos, siempre ávidos de la seguridad de la unión y de una mano servicial con la que puedan contar en los malos momentos, es decir, desesperados por 'relacionarse'. Sin embargo, desconfían todo el tiempo del 'estar relacionados', y particularmente de estar relacionados 'para siempre', por no hablar de 'eternamente', porque temen que ese estado pueda convertirse en una carga y ocasionar tensiones que no se sienten capaces ni deseosos de soportar, y que pueden limitar severamente la libertad que necesitan -sí, usted lo ha adivinado- para relacionarse....
En nuestro mundo de rampante 'individualización', las relaciones son una bendición a medias. Oscilan entre un dulce sueño y una pesadilla, y no hay manera de decir en qué momento uno se convierte en la otra. Casi todo el tiempo ambos avatares cohabitan, aunque en niveles diferentes de conciencia. En un entorno de vida moderno, las relaciones suelen ser, quizá, las encarnaciones más comunes, intensas y profundas de la ambivalencia. Y por eso, podríamos argumentar, ocupan por decreto el centro de atención de los individuos líquidos modernos, que las colocan en el primer lugar de sus proyectos de vida" (pág. 8).
Continua el autor: "Las 'relaciones' son ahora el tema del momento y, ostensiblemente, el único juego que vale la pena jugar, a pesar de sus notorios riesgos... [los] contemporáneos están dispuestos a la amistad, a establecer vínculos, a la unión, a la comunidad. De hecho, sin embargo..., la atención humana tiende a concentrarse actualmente en la satisfacción que se espera de las relaciones, precisamente porque no han resultado plena y verdaderamente satisfactorias; y si son satisfactorias, el precio de la satisfacción que producen suele considerarse excesivo e inaceptable..." (pág. 9).
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