"Zaratustra contempló al pueblo y se maravilló. Luego habló así: El hombre es una cuerda tendida...sobre un abismo. Un peligroso pasar al otro lado, un peligroso caminar, un peligroso mirar atrás, un peligroso estremecerse y pararse. La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y no un ocaso. Yo amo a quienes no saben vivir de otro modo que hundiéndose en su ocaso, pues ellos son los que pasan al otro lado [...] Yo amo a quien no reserva para sí ni una gota de espíritu, sino que quiere ser íntegramente el espíritu de su virtud: avanza así en forma de espíritu sobre el puente [...] Yo amo a aquel cuya alma se prodiga, y no quiere recibir agradecimiento ni devuelve nada: pues él regala siempre y no quiere conservarse a sí mismo [...] Yo amo a quien justifica a los hombres del futuro y redime a los del pasado: pues quiere perecer a causa de los hombres del presente [...] Yo amo a aquel cuya alma es profunda incluso cuando se la hiere, y que puede perecer a causa de una pequeña vivencia: pasa así de buen grado por el puente [...] Yo amo a quien es de espíritu libre y de corazón libre: su cabeza no es así más que las entrañas de su corazón, pero su corazón lo empuja al ocaso. Yo amo a todos aquellos que son como gotas pesadas que caen una a una de la oscura nube suspendida sobre el hombre: ellos anuncian que el rayo viene, y perecen como anunciadores". (Friedrich Nietzsche, "Prologo de Zaratustra" (4), en: Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie, Alianza Editorial, Madrid 2012, 3ª ed., 49-51).
No hay actividad mas bella que dedicarse a tender puentes hacia los seres humanos y, por qué no, hacia todo lo que nos rodea. En nuestros días los puentes son tan imprescindibles que marcan la diferencia. Cruzan empinadas montañas o peligrosos ríos, conectan fronteras y acortan distancias. Tenemos puentes de todos los tamaños y de los materiales más diversos. Hoy, la tecnología parece no tener límites si nos referimos a dimensiones, condiciones físicas y estéticas. Sin embargo, tender puentes siempre ha sido una tarea ardua. Somos ricos en redes sociales, pero muy pobres en enlaces.
¿Por qué
no usar esta imagen de “los puentes”
para hablar del hombre y sus relaciones?, ¿qué se puede decir acerca de
los puentes que nos lleve a ahondar sobre nuestra propia condición? Desde el punto de vista fenomenológico, nosotros mismos, nuestra propia existencia puede ser analizada bajo la figura del puente. "Tender puentes" ("let's bridge") es una preciosa metáfora de comunicación y acercamiento. El puente (del lat. pons, -tis) comunica, construye redes, abre espacios. Algunos creen que el puente, en cuanto que une dos orillas, nace con vocación de permanencia, tiene un cierto carácter de "indispensabilidad". Y cuanto más antiguo es, más historias recrea y más sabores acumula. El puente es algo que une, que permite el paso, que salva un obstáculo, que comunica. Si lo más característico del puente es la comunicación, interesa multiplicar o ensanchar los puentes. Precisamente para aumentar las posibilidades de diálogo, para hacer más fluido el tránsito entre unos y otros. Además, el puente implica un cierto "vacío", remite a un cierto "estar suspendido" en el aire, solo apoyado por dos o más pilares, tensores... Por ello, el puente es un lugar vulnerable, una construcción frágil. Por su carácter estratégico, muchas veces se convierte en objetivo militar para dominar o aniquilar al "enemigo". Quien lo ocupa se asegura una vía de comunicación privilegiada (Eduardo D. Rodríguez).
En un sentido mucho más amplio de la palabra, según Josep M. Albaigès Olivart, "el puente, de acuerdo con la intuitiva expresión indoeuropea, no sería ya un mero artefacto destinado a vencer la dificultad del paso de un río, sino algo más: el eliminador de obstáculos, el conector de culturas a través del esfuerzo humano consciente. Con lo cual el puente como ese punto de encuentro entre los dioses y los hombres cobra su significado, y resulta grato imaginarnos a nosotros, los ingenieros-pontífices, como los allanadores que hacen posible este contacto".
¿Cuál es la labor del puente? "Un puente une orillas. Y el puente se apoya por igual en las dos orillas. Y el tránsito se hace por igual en las dos direcciones. Si no existe permeabilidad, transparencia y escucha mutua, es imposible" la comunicación (Leandro Sequeiros San Román). Tender un puente significa estar abiertos al diálogo, al intercambio de opiniones. Implica hacer de mediador [Pontífice: del lat. pontĭfex, -ĭcis (pons-facio, literalmente “el que hace puentes”, el "constructor de puentes")] entre vertientes y orillas, saber integrar las márgenes –muchas veces opuestas- en un cauce ancho y fértil que sintetice los diferentes caudales que expresan este nuestro mundo plural. Es encontrar puntos comunes y establecer un cauce para mejorar la calidad de vida y de relaciones de todo tipo.
¿Cuál es la labor del puente? "Un puente une orillas. Y el puente se apoya por igual en las dos orillas. Y el tránsito se hace por igual en las dos direcciones. Si no existe permeabilidad, transparencia y escucha mutua, es imposible" la comunicación (Leandro Sequeiros San Román). Tender un puente significa estar abiertos al diálogo, al intercambio de opiniones. Implica hacer de mediador [Pontífice: del lat. pontĭfex, -ĭcis (pons-facio, literalmente “el que hace puentes”, el "constructor de puentes")] entre vertientes y orillas, saber integrar las márgenes –muchas veces opuestas- en un cauce ancho y fértil que sintetice los diferentes caudales que expresan este nuestro mundo plural. Es encontrar puntos comunes y establecer un cauce para mejorar la calidad de vida y de relaciones de todo tipo.
Por ejemplo, un autor, con conocimiento de lo que dice, ha podido afirmar: "es necesario poner en movimiento los resortes más profundos del ser humano: la sensibilidad estética, la solidaridad, el amor, la compasión, la responsabilidad, la alteridad. Sin ellas, veo muy difícil la posibilidad de establecer puentes entre la visión del mundo de la sociedad del conocimiento y la visión del mundo de las religiones" (Leandro Sequeiros San Román: Revista IGLESIA VIVA 2012; 248: 59-78).
Y, hace ya tiempo, J. L. Martín Descalzo manifestaba: "Pero hacer puentes -y, sobre todo, hacer de puente- es tarea muy dura. Y que no se hace sin mucho sacrificio. Un puente, por de pronto, es alguien que es fiel a dos orillas, pero que no pertenece a ninguna de ellas... Mas si el puente no pertenece por entero a ninguna de las dos orillas, sí tiene que estar firmemente asentado en las dos. No 'es' orilla, pero sí se apoya en ella, es súbdito de ambas, de ambas depende [...] Y, lógicamente, sale caro ser puente. Este es un oficio por el que se paga mucho más que lo que se cobra. Un puente es fundamentalmente alguien que soporta el peso de todos los que pasan por él. La resistencia, el aguante, la solidez son sus virtudes. En un puente cuenta menos la belleza y la simpatía -aunque es muy bello un puente hermoso-; cuenta, sobre todo, la capacidad de servicio, su utilidad. Y un puente vive en el desagradecimiento: nadie se queda a vivir encima de los puentes. Los usa para cruzar y se asienta en la otra orilla. Quien espere cariños, ya puede buscar otra profesión. El mediador termina su tarea cuando ha mediado. Su tarea posterior es el olvido... A pesar de ello, amigos míos, qué gran oficio el de ser puentes, entre las gentes, entre las cosas, entre las ideas, entre las generaciones. El mundo dejaría de ser habitable el día en que hubiera en él más constructores de zanjas que de puentes..." (Razones para la alegría, Sígueme, Salamanca 1998, 29ª ed., cap. 32, 101-103).
Hay que tender puentes, primero, hacia nosotros mismos: un puente de auto-respeto y auto-aceptación. Luego, un puente hacia los demás. En nuestro tiempo es casi un milagro encontrar a alguien que soporte el peso del otro de buena gana; al menos que quiera compartirlo. El puente hace honor a la resistencia, al aguante, a la solidez. Pero también a la vulnerabilidad en la comunicación. Se ha dicho: "... los puentes son siempre una invitación a dejar una orilla para pasar a la otra. Los puentes son un desafío a que abandonemos lo conocido por lo desconocido... los puentes son como un llamado a crecer..”. “Para cruzar un puente debes hacer un acto de fe, debes creer que existe la otra orilla, y debes hacer un acto de abandono, dejando la orilla que conoces” (René Trossero, Kumelén, pág. 99). Los puentes son como ciertas personas: se reconoce su importancia cuando ya han desaparecido o cuando se han vuelto inservibles con el paso de los años.
Hay que tender puentes, primero, hacia nosotros mismos: un puente de auto-respeto y auto-aceptación. Luego, un puente hacia los demás. En nuestro tiempo es casi un milagro encontrar a alguien que soporte el peso del otro de buena gana; al menos que quiera compartirlo. El puente hace honor a la resistencia, al aguante, a la solidez. Pero también a la vulnerabilidad en la comunicación. Se ha dicho: "... los puentes son siempre una invitación a dejar una orilla para pasar a la otra. Los puentes son un desafío a que abandonemos lo conocido por lo desconocido... los puentes son como un llamado a crecer..”. “Para cruzar un puente debes hacer un acto de fe, debes creer que existe la otra orilla, y debes hacer un acto de abandono, dejando la orilla que conoces” (René Trossero, Kumelén, pág. 99). Los puentes son como ciertas personas: se reconoce su importancia cuando ya han desaparecido o cuando se han vuelto inservibles con el paso de los años.
Los humanos podríamos asemejarnos a los puentes móviles. Un puente móvil tiene la característica de moverse para permitir, normalmente, el paso de tráfico marítimo. Su principal desventaja es que el tráfico en el puente debe detenerse cuando este comienza a moverse. Los puentes son fascinantes porque están diseñados para unir: masas terrestres, caminos y personas. Ser constructor de puentes es una profesión muy noble. Pero "ser puente" es una vocación de pocos. En definitiva, "ser un pontífice, término que tomo en su sentido etimológico: puente de enlace. Pontífice no es aquel que ocupa un puesto de honor, sino un puesto de amor. No tiene poder, ni lo detenta. Conoce muy bien la debilidad y la impotencia. No se pone a distancia de los demás, ostentando poderío, sino que está cercano para acoger como propias las causas perdidas de los demás. Ser pontífice es ser hacedor de puentes, de enlaces relacionales. Ser pontífice es ser experto en relación: en una relación de amor" (José Vico Peinado, ciudadredonda.org, 01-10-2009).
Esta sería, en síntesis, la filosofía que inspirará este blog: establecer plataformas de diálogo abierto y constructivo; dicho más llanamente, lanzar puentes es tejer relaciones con los demás y superar barreras respetando la diferencia. Y estos algunos de los verbos que nos acompañarán: sentir, pensar, creer, actuar, acoger, escuchar, deliberar, proponer, celebrar...